Los costes ocultos de la televisión pueden ser sorprendentes: bastan unas pocas horas para que tu factura aumente considerablemente. Descubramos juntos cómo resolver este problema.
La televisión, una presencia infalible en todos los hogares. Despreciada por los académicos como una adicción a los medios de comunicación, definida por los escritores como un «pezón de cristal» (por ejemplo, Stephen King), sometida a todo tipo de vituperios por los educadores, la televisión sigue siendo, sin embargo, una presencia infalible en todos los hogares españoles. Es uno de los primeros electrodomésticos, después de los aparatos de cocina, que se compran en una casa nueva o se heredan de los propietarios anteriores; y aún hoy es uno de los pocos bienes por los que las familias españolas están dispuestas a endeudarse, cuota tras cuota.
Sin embargo, pasando por alto el elemento educativo, existe un peligro asociado al uso de la televisión digital, puramente electrónica. Y está relacionado con la factura de la luz, ahora más que nunca en el punto de mira debido a los continuos aumentos.
En efecto, un televisor tiene un consumo variable en función de su tamaño y su tipo; cuanto más grande es la pantalla, más energía se necesita para alimentarla, es inevitable. Sin embargo, también es cierto que son precisamente los televisores más nuevos los que suelen ser más fiables en términos de energía, sin derroches innecesarios.
Un televisor moderno, dejado en standby, sigue consumiendo; sin embargo, las tasas son insignificantes, alrededor de 0,001 kWh por hora, aproximadamente un céntimo al día. Por supuesto, cuando hay un gran número de aparatos encendidos, por ejemplo 15/20, la suma aumenta y el modo de espera llega a costar 35-40 euros al año. Una suma pequeña, pero una suma, al fin y al cabo.
En el caso de los televisores, la clase energética también tiene una importancia excepcional, es decir, cuánto consume y, por tanto, cuánto le cuesta a la casa. Por no hablar del ahorro medioambiental que supone un televisor con una buena clase energética.
Las clases energéticas, en el caso europeo, van de la G, la peor, a la A, la más alta de la gama. Se trata del televisor con menor consumo energético en general. En general, merece la pena apostar por un televisor de bajo consumo energético.
Recordemos que, en general, un televisor encendido consume 0,065 kWh por hora. En ocho horas son 0,502 kWh, lo que, a los precios actuales, aún dentro del mercado protegido, corresponde a unos 25 céntimos de euro. Por tanto, durante las ocho horas de sueño de un ciudadano normal, el gasto mensual de la televisión dejada encendida correspondería a 7,50 euros y anualmente a 90 euros. No está mal, ¿no? Quizá sea mejor dejar la televisión apagada.
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