Cómo organizar el frigorífico para conservar mejor los alimentos y, al mismo tiempo, reducir el consumo para ahorrar en las facturas.
El frigorífico es uno de los electrodomésticos más importantes del hogar porque es donde guardamos los alimentos que consumimos a diario. Si el frigorífico no funciona correctamente, los alimentos almacenados en su interior podrían deteriorarse más rápidamente e incluso provocar daños a la salud si se consumen.
Disponer correctamente los alimentos en su interior es el primer paso para evitar inconvenientes. Dentro del frigorífico la temperatura es diferente, por eso cada alimento tiene una ubicación adecuada, donde la humedad y la temperatura son más idóneas.
En la parte inferior la temperatura es más alta, y, de hecho, aquí se encuentra el cajón para la fruta y la verdura. Si la temperatura es demasiado baja, estos alimentos podrían congelarse, alterando tanto su sabor como sus propiedades nutricionales. Los alimentos ya cocinados, por ejemplo, necesitan más frío y deben guardarse en la parte superior del frigorífico.
Los estantes centrales, en cambio, son adecuados para productos como embutidos, dulces o lácteos, pero también alimentos crudos como carne o pescado. En el lateral, en la puerta, la temperatura es más alta y, por tanto, adecuada para bebidas, botellas de agua, salsas u otras cosas que no necesiten una temperatura demasiado baja.
Un frigorífico bien organizado y limpio es, sin duda, más eficiente y, por lo tanto, también tiende a consumir menos energía. La correcta colocación de los alimentos facilita la, así llamada, circulación del frío que, si se interrumpe, puede causar bastantes problemas y puede dañar la integridad del aparato. Por ejemplo, la presencia de hielo en el fondo del frigorífico o en el congelador es síntoma de una mala gestión, por lo que es necesario descongelarlo y retirarlo para restablecer su normal funcionamiento.
Ajustar correctamente la temperatura también es un aspecto importante para reducir el consumo. Los 4 grados son más que suficientes para garantizar que los alimentos se conserven correctamente y, al mismo tiempo, reducir el desperdicio. Para mantener la temperatura constante, basta con no abrir la puerta continuamente y sólo durante el tiempo necesario.
Ajustar una temperatura más baja no sólo puede dañar los alimentos, sino que también se corre el riesgo de poner a prueba el motor, con la consecuencia de que el frigorífico consumirá más y durará mucho menos. Otro truco para ahorrar es evitar colocar el aparato en las paredes orientadas al sur de la casa, ya que son las que más calor acumulan y durante los meses de verano pueden suponer un esfuerzo adicional para el motor.
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