Cuando se habla de violencia, la opinión popular se centra muy a menudo en la violencia física, olvidando todas las demás formas de violencia igualmente peligrosas, como la violencia mental o económica.
La violencia económica puede ser una de las formas más sutiles de maltrato, ya que no sólo es difícil de percibir, sino que además está normalizada en algunos de los contextos más desfavorecidos de España, donde este tipo de abuso se ha producido durante generaciones.
La violencia económica se refiere al control absoluto de los bienes y los ahorros por parte de un hombre que vigila constantemente los gastos de su pareja para ejercer su poder y convertir a la mujer en esclava de sus decisiones económicas. Generalmente, este tipo de violencia se produce en los hogares y aparece cuando el hombre gestiona totalmente los ingresos familiares, limitando la disponibilidad de fondos al resto de los miembros de la familia.
Las mujeres víctimas de la violencia económica se ven obligadas a pedir dinero a su pareja incluso para los gastos comunes, recibiendo a menudo mucho menos de lo necesario y teniendo así que renunciar a todo tipo de gastos adicionales.
En las familias en las que se activan estos mecanismos enfermizos, no sólo la mujer se ve obligada a quedarse en casa, sin poder realizar ningún trabajo, sino que llega un momento en el que el control del marido o compañero llega a la violencia verbal y física descarada, menospreciando y atacando a la compañera por considerarla incapaz de llevar las cuentas y una inútil.
Según datos de 2019, 3 de cada 10 mujeres no tienen cuenta bancaria propia y no pueden gestionar activamente los fondos familiares.
Sin embargo, algunos datos muestran que la mayoría de las mujeres denuncia episodios de violencia psicológica y física, mientras que la de tipo económico se denuncia en menor medida. Esto se pudo comprobar también en 2018, cuando se publicaron en Twitter cientos de cuentos de mujeres sobre todo tipo de violencias, bajo el hashtag #Cuéntalo, que se hizo viral durante poco tiempo, tras un juicio en el que se consideró una violación colectiva como un delito menor. De hecho, fueron muchísimas las mujeres que decidieron contar su experiencia y, entre ellas, 1 de cada 10 contó un asesinato, 1 de cada 7 una violación y 1 de cada 3 cuenta tener miedo al salir sola por la calle. Esto pone de manifiesto una falta de concienciación sobre la gravedad de la situación y una normalización de la violencia económica totalmente anacrónica al momento histórico en el que vivimos.
A nivel legal, este tipo de maltrato está reconocido por el Convenio de Estambul aprobado en 2011, que establece por primera vez que la violencia doméstica incluye: «todo acto de violencia física, sexual, psicológica o económica que se produzca en el ambiente familiar, independientemente de que el autor comparta o haya compartido la misma residencia con la víctima».
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